De la esperanza a la realidad… 

Por: Marco Antonio Vázquez Villanueva

Nace el 2023 con esperanza, con un gobierno estatal que hará su primer año de administración completo, con sus proyectos y gobiernos municipales con más experiencia por lo que ya no tienen justificación para fallar. 

También con más denuncias en contra de funcionarios del pasado, ya suman 24, que auguran por fin habrá justicia para este pueblo que solo ha sido saqueado sin piedad. 

Por supuesto, la esperanza hay que fortalecerla con acciones, en el caso del gobierno urge que los planes se centren en reactivar la economía sin descuidar los reglones de educación y salud, con esos pilares el humanismo que es una de sus promesas se hará tangible y duradero para el pueblo de Tamaulipas que en los últimos seis años solo observó como los vientos de cambio que le ofrecieron los del pasado se convirtieron en huracanes que arrastraron los presupuestos a las cuentas bancarias de unos cuantos beneficiarios de la administración anterior y nada más. 

Por eso es urgente que los hospitales y centros de salud sean revisados de principio a fin para equiparlos, para dotarles de medicamentos, sobre todo, para garantizar que haya médicos capacitados para cada necesidad o urgencia de las regiones que cubren, nada de eso había hace tres meses, todo estaba en ruinas al grado que ni paracetamol para mitigar el dolor que causa una gripe existía en sus farmacias. 

En educación es importante que el SNTE y SET se sienten a idear, pero en serio, porque urge un plan para rescatar del atraso a todas las instituciones, atender a sus maestros, sobre todo, para recuperar los tres años de estancamiento y retraso educativo que ha provocado la era del Covid 19, y es necesario entendiendo que la paz, justicia, el desarrollo social y humano, sobre todo el recuperar la dignidad de nuestro pueblo, pasa obligatoriamente por un salón de clases. 

La tarea de los trabajadores, del pueblo, es enterarnos que nunca habrá suficiente dinero para vivir bien si no sabemos invertirlo, también que tenemos que vigilar y trabajar con los gobiernos para que pase el camión de la basura, no falte agua en las llaves, y que nuestras calles sean atendidas. 

En el pueblo, en sus liderazgos, recaerá la tarea de vigilar a las autoridades para que el dinero de todos se invierta para beneficio de común y no de unos cuantos. 

En fin, la tarea no se ve fácil, pero hay que obligarnos a llevarla a cabo, aplicarnos porque le garantizo que únicamente de esa manera la esperanza con que nació este 2023 transitará a la realidad. 

DEL BAÚL DE LOS RECUERDOS (de allá por el 2013)… No disparen; soy periodista… 

Hace algunos años un alumno de secundaria me entrevistaba, a su corta edad le daba machetazo al caballo de espadas, curiosamente, provocó que creciera la vanidad, se inflara el ego, y hasta fue capaz de rematar su entrevista con un, “de grande voy a ser periodista, como usted”, hoy estoy seguro que lo dijo nomás para sacar “lo mejor” para una tarea. 

Tal vez el muchacho adivinó que me siento periodista, que me gusta ser periodista, que estoy orgulloso de lo que soy y de lo que he sido y, como en aquella ocasión, todavía con la certeza de que un día esta actividad será mucho mejor, más profesional, mejor pagada. 

Muchos años escribiendo en diversos medios de comunicación, participando en radio, en la televisión, en muchos portales informativos y, por supuesto, en periódicos impresos que he de confesar sigo considerando el medio informativo más importante porque ayuda a la reflexión, todo eso me hace sentir periodista por vocación. 

Todo viene a colación porque este 4 de enero se celebra el Día del Periodista y será, como hace varios años, en un ambiente de duelo, de dolor, de terror por la situación de inseguridad que atraviesa este país, e igualmente, por la solidaridad con el pueblo al que nos debemos. 

En el alma de muchos periodistas pesa la imagen que tiene la gente de nosotros, duele ver como la sociedad dejó de creer en los medios de comunicación, por eso urge comenzar la labor titánica de recuperarse, de tratar de ser mejores, de intentar cruzar el pantano, no solo sin mancharse las alas, sino también conservando la vida. 

Hoy el periodista mexicano, sobre todo el tamaulipeco, es tachado de cobarde, de vendido, de callarse ante la adversidad que atraviesa el pueblo, como respuesta solo hay que decir que somos humanos, que tenemos familias, y que si bien la prioridad es informar, igual menester es conservar la vida para poder hacerlo. 

Muy complicado resulta en estos días ejercer la profesión, sin embargo, hay que decir que es un buen reto porque entran a la competencia de informar las redes sociales, el twtter, el facebook, y otras plataformas que son muy agiles para dar a conocer hechos. 

Además, el periodista poco a poco tendrá que entender que en estos días la libertad de expresión no es un discurso sino un hecho real porque ya es imposible callar verdades, más difícil tergiversar la realidad y resulta imposible que las mentiras duren cien años o se conviertan en realidad a base de repetirlas mil veces. 

Quizá eso hay que reconocer de la situación, lo complicado de ejercer el periodismo provocó que la libertad de expresión se hiciera más palpable y, hasta cierto punto, real. 

Me gusta ser periodista, es una profesión que me ha dado muchas cosas, la satisfacción de mentarle su madre a hombres y mujeres que se sienten intocables, de señalar las cosas buenas que hacen otros, de criticar, de exponer un punto de vista, cosa que muchos mortales quisieran hacer y no pueden. 

Ejercer esta profesión además da la gracia de conocer de cerca la realidad, saber que no son inventos que en pleno siglo 21 en una ciudad que se dice amable, como Victoria, hay personas que si no reciben ayuda se mueren de hambre, que viven de la caridad, que la gran mayoría de las veces no alcanzan a comer tres veces al día o que en temperaturas, como las que hoy vivimos, aprenden a soportar el frío con una taza de café y una lumbre o brazas debajo de algo que parece cama. 

También permite ver lo miserable que suelen ser otros que lo tienen todo pero se lo guardan o lo utilizan para seguir explotando al más pobre. 

Desde luego, permite interactuar con los políticos y a veces con los que se sienten políticos, con personas que dan todo por la sociedad y otras que hasta un pinche centavo le regatean para robárselo. 

Ojalá pronto cambie la situación, ojalá que también los periodistas tengamos la libertad de ser cada vez mejores, por lo pronto, y ante tantas amenazas y muertos que tenemos, hoy celebramos y sin bajar nuestras armas en forma de cámaras, micrófonos, grabadoras, plumas, libreta, y por supuesto, sin bajar la pancarta de protesta por los amigos caídos o desplazados, al son de “No disparen… soy periodista”. 

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