Instituciones culturales estatales, ausentes en reparación simbólica a víctimas de desaparición

Álvaro Obregón, Ciudad de México, México, América.- Las instituciones federales de cultura del Estado mexicano han sido incapaces de colaborar, por medio de las reparaciones simbólicas, en las demandas de representación de víctimas de desaparición forzada, señaló Rodrigo Quintero Murguía, egresado de la Maestría en Derechos Humanos de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.

En México, dijo, es necesario contar con una política integral en donde las reparaciones simbólicas sean parte de un plan de acción apegado a los parámetros internacionales de derechos humanos, compartido por instituciones culturales y organizaciones de sociedad civil para tener una representación consensuada y elementos estéticos que contribuyan a la cohesión social.

Así lo expuso al defender su tesis de grado ‘La ausencia de las instituciones culturales federales en los procesos de reparación simbólica del derecho a la memoria de las víctimas de desaparición forzada en México’, una investigación sobre los sitios de memoria, monumentos y antimonumentos.

Entender cómo desde hace algunos años las narrativas periféricas tratan de ser parte del espacio público -y no nada más dejar éste a la narrativa oficial del Estado- es la trascendencia y relevancia de este tema, en una época en que en diferentes países las sociedades ya no están dando por hecho que en su espacio público se puedan permitir el racismo, los procesos colonizadores o que no haya justicia para ciertos colectivos.

En un país como México, con una “emergencia nacional” por las más de 100 mil personas desaparecidas, convendría relacionar la violencia con la justicia transicional, que aporta formas de entendimiento en las que se puede hacer justicia.

El postgraduado explicó que a los cuatro pilares de la justicia transicional: verdad, justicia, reparación y medidas de no repetición -estudiados por las Naciones Unidas-, Fabian Salvioli, en su informe como relator especial sobre la promoción de la verdad en El Salvador, añadió un quinto, relativo a la necesidad de crear memoria y memorialización en los Estados en donde ha existido violencia. Dentro de la memoria y memorialización, abundó, se encuentra la reparación simbólica, una manera de reconstruir el tejido social por medio expresiones culturales.

Rodrigo Quintero aborda en su tesis la importancia de esos lugares de memoria desde el punto de vista de Pierre Nora, quien habla de la diferencia entre historia y memoria. Con la primera, el Estado trata de explicar lo que es la nación y de fundamentar un sentido nacionalista. En cambio, la memoria es un proceso de ritualización de las personas.

Con base en lo anterior, se entiende al monumento como una narrativa estética en el espacio público por parte del Estado, “un proceso de construir memoria sin sitios de memoria” -los cuales tienen una confluencia con las organizaciones de sociedad civil, justamente para saber qué debe haber en ese espacio-.

Muy diferentes son los antimonumentos, que rompen totalmente con el diálogo entre Estado y sociedad civil. Los antimonumentos tienen una forma no verbal de expresarse, por medio de su geolocalización, y dicen algo a las instituciones o monumentos que están cerca.

Por ejemplo, el ‘Antimonumento +43’, ubicado en la esquina de la información –Reforma y Bucareli, donde están los grandes diarios nacionales– implícitamente señala que no le cree a la prensa lo que difundió sobre la verdad histórica respecto de la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa.

En los monumentos hay ordenamiento público, acción del Estado, y se resalta la grandeza del pasado. En los antimonumentos, hay una apropiación caótica, acción de movimientos sociales y se destaca una cuestión injusta del pasado que sigue como demanda presente con expectativas de justicia futura.

El análisis de este tema el egresado de la IBERO lo delimitó de Paseo de la Reforma hasta el Centro Histórico, por ser el lugar donde se manifiestan más organizaciones de sociedad civil –cualquiera que sea su demanda–, y a la vez muestra un relato desde la jerarquía del Estado a través de la historia.

Los antimonumentos que Quintero Murguía trata en su tesis son: Estela de Tlatelolco (1994), Casa de la Memoria Indómita (2006), Estela de Luz (2010), Memorial a las Víctimas de la Violencia (2013), Antimonumento +43 (2015), Colección M68 (2018), Antimonumento 68 (2018), Antimonumento Rescatemos a David y Miguel (2018) y Circular de Morelia No. 8 (2019).

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