La Universidad Iberoamericana, investiga contaminación por ruido en la CDMX

Álvaro Obregón, Ciudad de México, México, América.- El ruido es el segundo contaminante ambiental de una ciudad y uno de sus impactos más graves se da en la salud, no sólo con la pérdida de la capacidad auditiva, sino también con cuestiones cardíacas y de estrés, comparte Jimena de Gortari Ludlow, coordinadora institucional de Investigación de la Universidad Iberoamericana.

La contaminación acústica en las ciudades se ha convertido en un peligro creciente para la salud pública, de acuerdo con el informe Fronteras 2022: ruido, llamas y desequilibrios del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. De ahí la importancia de analizar la relación del ruido con el espacio en donde se vive y cuáles son las reacciones que tienen las personas frente a este contaminante. Ese es el objetivo de la investigación Espacio urbano, ruido y reacciones en la Ciudad de México: experiencias en torno a la habituación, la resignación y la lucha, en el que trabajan académicas y un académico de la IBERO CDMX.

Se trata de un trabajo colaborativo en el que también participa la Dra. Natalia D’Angelo, académica e investigadora del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas,  y el Dr. Juan Manuel Núñez, académico e investigador del Centro Transdisciplinar Universitario para la Sustentabilidad (CENTRUS) de la IBERO CDMX. El objetivo es analizar las reacciones de los habitantes de tres órdenes socioterritoriales diferentes dentro de la Ciudad de México en torno a la contaminación acústica derivada de la actividad comercial y su relación con la respuesta de las autoridades.

A pesar del impacto del ruido en la salud de las personas, la realidad es que no se le ha dado la suficiente atención a este fenómeno, además de que las normativas no son suficientemente robustas. “Mucha gente no sabe qué tiene que hacer frente a este contaminante, y también hay una habituación o resignación, pues se considera una problemática contra la que no se puede hacer nada”, menciona de Gortari.

Por ello, el análisis se enmarca en la problematización de las diferentes formas de responder a este fenómeno: desde la habituación, la confrontación, la resignación y la lucha organizada, desde un punto de vista interdisciplinar.

También se toman en cuenta aspectos como el espacio físico en el que se produce el ruido, la configuración de cada orden socioespacial, los modos de vinculación con la autoridad, la forma en que el Estado se presenta y se reconoce en cada uno de estos y las prácticas que de ello derivan con relación a esta problemática.

La investigación abordará estos aspectos desde una metodología mixta que incorpora la medición acústica y la ponderación espacial, así como una aproximación cualitativa basada en la inmersión en cada uno de los órdenes y el reconocimiento de las formas en las que estos se habitan.

Fuentes de contaminación auditiva más allá de la calle

El ruido es ese sonido que está presente las 24 horas del día y que se intensifica por muchas razones. Si bien toda actividad humana tiene un sonido, este se transforma en ruido cuando es pernicioso para la salud o para el bienestar.

En la Ciudad de México, la principal fuente de contaminación auditiva es el tráfico de  automóviles y unidades de transporte, no solamente el terrestre, sino también el aéreo, especialmente con las rutas del espacio aéreo.

Otra de las fuentes –y es la que los investigadores estudiarán en el proyecto–, son los establecimientos mercantiles como antros, restaurantes y talleres. La razón es que en este caso hay una legislación más seria y podría haber una actuación directa de autoridades como la Procuraduría Ambiental y de Ordenamiento Territorial (PAOT) en caso de alguna denuncia por ruido en establecimientos mercantiles.

También está la Procuraduría Social de la Ciudad de México (Prosoc), que podría atender el ruido comunitario, es decir, el generado por los vecinos como parte de la Ley Condominal. Sin embargo, la investigadora explica que los procesos son muy largos y las personas tienen que ser muy pacientes para concluir en una denuncia.

A esto se suma que no saben que el ruido es un contaminante y, en consecuencia, no exigen que aparezca en la agenda pública y que sea transversal a todo lo relacionado con la planeación urbana y el diseño. “También creo que tiene que ver con cómo se comporta una sociedad, porque muchas veces nosotros somos también generadores de este contaminante”, concluye de Gortari.

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