Superfruto de la Amazonia de Brasil, garantiza la seguridad alimentaria en las escuelas

Brasilia, Brasil, América.- El manejo forestal sostenible del asaí en la Amazonia brasileña se ha convertido en una herramienta clave para garantizar la seguridad alimentaria de los niños en las escuelas públicas, aumentar los ingresos de los pequeños agricultores y promover la conservación del bosque tropical.

En el municipio de Muaná, en el archipiélago de Marajó (estado de Pará, norte de Brasil), 10 agricultores locales fueron habilitados para suministrar alimentos al Programa Nacional de Alimentación Escolar (PNAE) en 2025, entre ellos Arcindo Moraes, quien triplicó su producción e ingresos gracias a una técnica de manejo forestal desarrollada por la gubernamental Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa, por sus siglas en portugués).

«Fue cambiado el manejo. Estamos trabajando de forma diferente, con técnicas muy productivas para el ambiente y para nosotros. Incluso me invitaron a enseñar el método en otras comunidades», relató Moraes, quien comenzó a vender asaí fresco para la merienda escolar en septiembre.

Su contrato anual de 40.000 reales (unos 7.400 dólares) prevé entregas semanales de pulpa fresca a las escuelas del municipio.

El programa municipal de alimentación escolar prevé la compra anual de 30.000 kilogramos de frutos y 15.000 litros de asaí, a un precio de 18,16 reales (unos 3,30 dólares) por litro, para abastecer a más de 10.000 alumnos de 17 escuelas municipales de enseñanza básica y una escuela de nivel medio estatal, según la Secretaría de Agricultura de Muaná.

De acuerdo con José Antônio Leite, ingeniero forestal y analista de la Embrapa, el manejo sostenible del asaí surgió como respuesta a los riesgos de degradación ambiental derivados de la expansión desordenada del cultivo.

«Con el aumento de la demanda nacional e internacional, los ribereños comenzaron a talar árboles para ampliar las áreas de producción, lo que representaba un riesgo ambiental. Entonces creamos una técnica de manejo de mínimo impacto para mantener la biodiversidad y mejorar la producción», explicó Leite.

Los resultados fueron notables: la productividad pasó de una tonelada por hectárea en áreas naturales a hasta seis toneladas en áreas manejadas, y el fruto (antes disponible solo cuatro meses al año) puede ahora cosecharse durante todo el año, garantizando ingresos estables.

«El productor aprende a sentir el bosque, a reconocer el punto de equilibrio entre sombra y luz que favorece la producción sin degradar la selva», añadió el experto.

Uno de los agricultores que adoptó el sistema fue Moraes, de 48 años, quien vive con su esposa María de Jesus Coelho da Silva y sus hijos en una comunidad ribereña de Muaná, a la cual apenas se llega por uno de los afluentes de la Cuenca del Amazonas.

«Antes cortábamos todos los árboles y dejábamos solo las palmeras. Ahora sabemos que esas otras especies ayudan a refrigerar el ambiente, mantener la humedad del suelo y mejorar la calidad del fruto», contó Moraes a Xinhua.

Los resultados fueron inmediatos: su producción aumentó de 500 a 2.500 cestas de asaí por año, multiplicando ingresos. «Hoy tenemos una vida mejor. Antes pasábamos dificultades entre cosechas, pero ahora cosechamos todo el año. Pude comprar un terreno en la ciudad y estoy construyendo una casa de tres pisos, todo gracias al asaí», relató con orgullo.

El caso de Muaná, municipio que no percibe regalías por la producción del asaí y depende integralmente del apoyo federal, se presenta como un ejemplo de integración entre sostenibilidad y desarrollo social en la antesala de la Conferencia de las Partes (COP30) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que se celebrará en Belém a partir de la próxima semana, a 80 kilómetros de esta comarca de 45.000 habitantes distribuidos en la sede central y en la selva.

Para los habitantes de Pará, el açaí es más que un alimento. Forma parte esencial de su identidad y está presente en la mesa desde la infancia. Se consume a diario, incluso por bebés a partir de los seis meses, y su expansión global como «superfruto» ha convertido a este producto amazónico en un símbolo de equilibrio entre naturaleza, cultura y bienestar social.

Según la Embrapa, la experiencia demuestra que el manejo forestal de bajo impacto puede fortalecer la bioeconomía amazónica, generar empleo rural y garantizar alimentos saludables para miles de estudiantes de la red pública, en un modelo que une conocimiento científico, inclusión social y preservación ambiental.

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